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- ¿Qué amenazas se ciernen sobre el mercado bursátil?
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Hace apenas unos días, parecía que el nerviosismo de los inversores se había aliviado considerablemente. La intensidad de la fluctuación en la Bolsa de Valores de Estados Unidos, que era del 28% a finales de febrero, había caído al 17%. Esto es aproximadamente igual que el promedio de los niveles de fluctuación antes del inicio de la pandemia de coronavirus. Pero, de repente, la incertidumbre en los mercados de valores ha vuelto a aumentar. ¿Qué hay detrás de este reciente cambio de sentimiento?
Durante meses, los inversores han demostrado una gran confianza. Este hecho fue notable porque los mercados de valores europeos y estadounidenses habían registrado nuevos máximos casi a diario durante este período. Dado el acelerado aumento del precio de las de las acciones, se habría esperado una toma de ganancias, pero la quiebra de un importante hedge fund sacudió los mercados. Sin embargo, la despreocupación y el optimismo son, por sí mismos, una razón para "disfrutar" del movimiento de precios con cautela.
Por ello, el llamado “escenario del cielo azul“ se utilizó como justificación. El cielo azul sobre las bolsas de valores es, para seguir con el lenguaje metereológico, un área estable de altas presiones. Obviamente, tiene un efecto tranquilizante en la mente de los inversores, que están felices de dejar sus paraguas en casa en tales condiciones climáticas.
El “escenario del cielo azul“ evoca la siguiente narrativa, que ahora comparten la mayoría de los inversores:
—Los tipos de interés de los principales bancos centrales son actualmente del 0% o incluso negativos. Aunque la inflación siga en aumento, los bancos centrales mantendrán este nivel de tipos de interés durante mucho tiempo o, de lo contrario, el aumento de la deuda pública provocaría una crisis de confianza. Asimismo, una consolidación de la deuda pública también paralizaría la recuperación económica al final de la pandemia de coronavirus.
—En este escenario, las acciones no solo carecen de alternativa en el momento actual, sino también de cara al futuro, -al menos en comparación con las inversiones de interés fijo-. Del mismo modo, los cambios benefician al mercado bursátil tanto como la liquidez creada por los bancos centrales.
Aunque esta narrativa se ha convertido en el consenso entre los inversores, no es necesariamente incorrecta. Una rentabilidad por dividendo del 3,7 % de una empresa de telecomunicaciones es ciertamente más atractivo que un bono a diez años de la misma empresa con un rentabilidad del 0,45%. Sin embargo, uno debería cuestionarse de forma crítica qué podría agitar esta teoría. En este entorno, el desarrollo de la tasa de inflación es, en última instancia, el talón de Aquiles del "escenario soñado". Así lo demostró la reacción de los mercados de valores al globo sonda de tipos de interés que lanzó la secretaria del Tesoro de Estados Unidos y antigua presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, la semana pasada, y las cifras de inflación de Estados Unidos del miércoles. Si la inflación mantiene este nivel, los bancos centrales pueden mantener las tasas de interés, pero también reducir significativamente las compras de bonos. La consecuencia sería un fuerte aumento de la rentabilidad de los bonos a largo plazo. Dado que la rentabilidad a diez años, en particular, representan una especie de referencia para las valoraciones del mercado de valores, los beneficios empresariales tendrían que aumentar significativamente para poder compensar la presión sobre las valoraciones. Desde hace un tiempo, la pandemia del coronavirus ha sido reemplazada como la mayor preocupación de los inversores por el miedo a que la burbuja del mercado de bonos pueda estallar.