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- Restringir la política monetaria: ¿sí o no?
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Son tiempos difíciles para los bancos centrales del mundo. Para entender por qué, puede empezar por leer el artículo del New York Times titulado "I’ve Never Seen Anything Like This’: Chaos Strikes Global Shipping" (Nunca he visto nada igual: El caos se adueña del transporte marítimo mundial).[1] Después, échele un vistazo a nuestro Gráfico de la Semana, que recoge la evolución de dos índices de costes del transporte marítimo que se han disparado en los últimos meses. Por último, fíjese en la fecha de publicación del artículo del NYT: el caos al que hace referencia fue en marzo de este año.
Ocho meses después, la situación no ha hecho sino empeorar. Los puertos siguen congestionados. Los contenedores se amontonan en cualquier sitio. Y aunque parece que el coste de envío de contenedores desde los puertos chinos se ha moderado un poco últimamente, no conviene fiarse mucho de estas fluctuaciones. Como bien señala un analista en su comentario semanal, calcular ahora mismo el coste real de enviar un buque portacontenedores implica «hacer un montón de conjeturas». [2]
La pandemia ha dejado al descubierto la vulnerabilidad de las cadenas de suministro mundiales, lo que resulta relevante para la política monetaria por dos motivos. Por un lado, por el impacto directo en los precios al consumo. Aunque el aumento de los costes de transporte solo representa un pequeño porcentaje del precio de venta final de los artículos, todo suma. La mayor parte del comercio mundial se transporta por vía marítima, principalmente en contenedores.
Los índices de costes del transporte marítimo se han disparado
Fuentes: Bloomberg Finance L.P., DWS Investment GmbH a 28/10/2021.
Al igual que ocurre con los precios de la energía, estas presiones inflacionarias son molestas, pero normalmente pueden controlarse. El gran problema al que se enfrentan tanto las autoridades monetarias como los expertos sectoriales es que es muy difícil saber cuánto tiempo seguirá el coste del transporte en niveles tan altos. Esto nos demuestra que la COVID-19 sigue teniendo efectos secundarios que son difíciles de anticipar por su propia naturaleza. Ahora mismo, los efectos van desde la falta de productos intermedios, como los semiconductores, que está frenando la fabricación de coches, hasta que los niños más avispados hayan mandado su carta a los Reyes Magos con mucha antelación. Ante tanta complejidad, puede que sea un poco injusto esperar que los bancos centrales no cometan ningún error de política monetaria. Al menos en este ciclo, es probable que se equivoquen la mitad de las veces, ya sea porque restringieron su política demasiado rápido o porque tardaron demasiado en hacerlo, aunque tendremos que esperar para saber qué mitad fue la buena.