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- Renta fija: Las cosas solo pueden ir a mejor, ¿o no?
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A medida que nos acercamos al final del año, la atención va pasando progresivamente a los preparativos navideños y se acumulan las obligadas retrospectivas y revisiones anuales. Nosotros nos limitaremos a presentar un gráfico de largo plazo bastante sencillo del que se pueden extraer algunas conclusiones importantes, aunque, como explicaremos a continuación, sería fácil malinterpretar las señales.
Hemos analizado la rentabilidad total anual de los bonos estadounidenses en los últimos casi 50 años. No solo llaman la atención las fuertes oscilaciones (¿quién asociaría una ganancia anual de casi el 40%, a principios de los 1980, con la renta fija?), sino también las discrepancias entre los bonos gubernamentales y los corporativos. Los años 2008 y 2009 destacan en ese sentido. Pero el aspecto más interesante del gráfico es cómo podría haber sido interpretado por algunos participantes del mercado hace tan solo un año.
Rentabilidad total anual de los bonos gubernamentales y corporativos de EE. UU.
Fuentes: Bloomberg Finance L.P., DWS Investment GmbH a 13/12/2022.
Las rentabilidades pasadas no son un indicador de rentabilidades futuras.
En aquel momento, muchos podrían haber llegado a la conclusión de que los inversores en bonos no tenían de qué preocuparse: en los últimos 48 años, la renta fija estadounidense nunca había encadenado dos años seguidos de pérdidas. Como ya sabemos, la realidad ha sido muy diferente. Parece que 2022 no solo será el peor año para la renta fija en los 48 años que recoge el gráfico, sino también, dependiendo de la fuente, en los últimos 200 años. Por eso, el gráfico debería servir, una vez más, como advertencia de que no conviene sacar conclusiones demasiado rápido. Evidentemente, las observaciones por años naturales son siempre cuestionables porque el inicio y la duración de un mercado alcista o bajista no tiene por qué coincidir con el calendario. Y los datos históricos (ya sea a 50 o a 200 años) tampoco ofrecen suficientes inputs para extraer conclusiones estadísticamente significativas. Además, el presente siempre difiere del pasado y los inversores no pueden evitar analizar la situación actual en detalle y determinar precisamente eso: las diferencias con el pasado.
Lógicamente, el potencial de pérdidas de los bonos gubernamentales de la mayor calidad es limitado: al vencimiento, los inversores recibirán el valor nominal. Y lo cierto es que tanto las históricas pérdidas de 2022 como el hecho de que la renta fija estadounidense haya generado rentabilidades negativas dos años consecutivos por primera vez en su historia solo han sido posibles por los tipos de interés extremadamente bajos de la fase anterior. A pesar de todo, no podemos descartar otra posible novedad: un tercer año de rentabilidad negativa.
Para que ocurriese, la evolución de la inflación tendría que ser tan mala en 2023 como lo ha sido en 2022, algo que nosotros no esperamos. Pese a que, en nuestra opinión, aún falta para que dejemos atrás los peligros inflacionarios, estimamos que la inflación estadounidense caerá hasta un promedio del 4,1% en 2023. Y, aunque no pensamos que la Reserva Federal (Fed) vaya a abandonar rápidamente su política monetaria restrictiva esta vez, los mercados de bonos empezarán a descontar en los próximos meses posibles rebajas de tipos en 2024, lo que, a su vez, debería mejorar la rentabilidad total de los índices de renta fija gubernamental. Además, prevemos una recesión suave, por lo que las primas de riesgo de los bonos corporativos no deberían elevarse mucho más de lo que lo han hecho este año. Desde este punto de vista, el terrible entorno que han transitado los inversores en bonos en 2022 proporciona cierta base para nuestro relativo optimismo de cara a 2023.