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- Tan fiable como un vendedor de coches de segunda mano
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Hace aproximadamente un año, el senador saliente por Pensilvania, Pat Toomey, le preguntó con descaro al presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell: «¿Cuánto tiempo tiene que estar la inflación por encima del objetivo para que la Fed decida que, quizás, no es tan transitoria?». Y añadió que, a largo plazo, «todo es transitorio; la vida es transitoria». Como respuesta, Powell admitió que noviembre de 2021 probablemente era «un buen momento para abandonar esa palabra e intentar explicar más claramente a qué nos referimos».[1]
Un año después, el término «transitorio» ha vuelto, al igual que la confusión que suele provocar entre los inversores[2]. Fijémonos, por ejemplo, en los precios de los coches de segunda mano, que en 2021 se dispararon en EE. UU. Como muestra nuestro Gráfico de la Semana, los precios mayoristas que mide el índice Manheim Used Vehicle Value Index (MUVVI) han caído en términos interanuales[3]. Esta tendencia es coherente con la idea de que, a medida que los problemas con las cadenas de suministro se van resolviendo y vamos dejando atrás la pandemia –al menos, fuera de China–, las presiones alcistas sobre los precios de los bienes duraderos también deberían ir relajándose. En combinación con el dato de inflación estadounidense de octubre, que fue sorprendentemente suave, las cosas pintan bien de cara a los próximos meses. Como puede verse en el gráfico, el MUVVI suele ir unos dos meses por delante del componente de coches de segunda mano del índice de precios al consumo (IPC).
Los precios mayoristas de los coches de segunda mano por fin están cayendo, pero esta buena noticia no debería extrapolarse a las cifras de inflación de EE. UU.
En realidad, los vehículos de segunda mano solo representan en torno al 4% del IPC estadounidense y los precios de coches y camiones nuevos, que representan aproximadamente el mismo porcentaje, siguen aumentando a una tasa interanual del 8,4%, en parte como consecuencia del encarecimiento de las materias primas[4]. Con la tasa de inflación subyacente –que no incluye los volátiles precios de alimentos y energía– en el 6,3%, las presiones de precios siguen siendo incómodamente altas. Al menos en EE. UU., y en lo que se refiere a la tasa subyacente, el fuerte aumento que ha experimentado la inflación este año no puede achacarse por completo a la invasión rusa de Ucrania del pasado mes de febrero y las persistentes tensiones en los mercados mundiales de alimentos y energía, a diferencia de la tragedia humana que ha provocado la guerra de Vladimir Putin en todo el mundo.
De todo esto se deriva una observación más general. Un análisis más detallado de nuestro gráfico sugiere que la relación entre el MUVVI y los datos del IPC para los coches de segunda mano no resultan tan firmes y fiables a largo plazo, lo que no debería sorprendernos porque las correlaciones históricas –ya sea a la hora de pronosticar los precios de los coches o de los alquileres– no sustituyen al análisis riguroso de las dinámicas microeconómicas subyacentes del bien o servicio en cuestión[5]. ¿Cuánto durarán, por ejemplo, los cambios en el comportamiento de los conductores, en lo que se refiere a evitar el transporte público durante la pandemia y mudarse a zonas rurales? ¿Cómo influirá a largo plazo en el precio de los coches usados la decisión que tomaron muchos fabricantes de coches durante la pandemia de priorizar los escasos microchips para los modelos más caros, en vez de los más baratos?
Por último, el IPC no es un indicador particularmente útil para evaluar el impacto del aumento de los costes en los hogares de menor renta, que son los que más dependen de los bienes con márgenes bajos que han registrado algunas de las subidas de precios más acusadas, así como la reducción de las gamas de producto. «En realidad, pronosticar la inflación de un componente concreto y su impacto potencial en el gasto de los hogares siempre ha sido mucho más complicado que desarrollar narrativas de mercado que suenen creíbles, y los diversos shocks que hemos sufrido lo han hecho aún más difícil», concluye Christian Scherrmann, economista para EE. UU. en DWS.