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- Necesitamos una terapia de ozono
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Han pasado casi 50 años exactos desde que las Naciones Unidas publicase la Declaración de Estocolmo, el primer documento que puso de relieve la interconexión entre desarrollo, pobreza y el medioambiente como problema mundial.[1] Sin embargo, como ha quedado tristemente patente en el Foro Económico de Davos de este año, queda mucho por hacer.[2]
¿Cómo se explica que algunas áreas hayan registrado avances notables, mientras siguen desatendidos otros importantes problemas medioambientales? Nuestro Gráfico de la Semana ilustra este contraste con dos ejemplos particularmente llamativos: la acusada reducción de las emisiones de sustancias que agotan la capa de ozono (SAO)[3] desde los años ochenta frente al persistente aumento de las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera.
Emisiones de CO2 vs. SAO: dos trayectorias opuestas
Ante la creciente evidencia del daño que los clorofluorocarbonos estaban ocasionando en la capa protectora de la Tierra, en 1989 se adoptó el Protocolo de Montreal. Este fue el primer acuerdo medioambiental de la ONU ratificado por todos sus Estados miembros, con el objetivo de reducir la producción y el consumo de casi cien sustancias químicas que agotan la capa de ozono.[4] Como muestra nuestro gráfico, el 99% de estas sustancias han dejado de usarse desde entonces, lo que ha permitido que el agujero en la capa de ozono se cierre, ayudando a bloquear los tan perjudiciales rayos ultravioleta. Según un estudio publicado el año pasado, esto podría haber prevenido 443 millones de casos de cáncer de piel y 63 millones de lesiones oculares. El daño que provoca la luz ultravioleta en las plantas también se ha reducido, de forma que la naturaleza puede almacenar más CO2, ayudando así a prevenir un aumento adicional de la temperatura global de entre 0,5 y 1,0 ˚C y a retrasar otras muchas repercusiones para el clima.[5]
El éxito a la hora de frenar el agotamiento de la capa de ozono se ha visto confirmado por el trabajo científico que monitoriza los límites planetarios. Por desgracia, seis de los nueve límites planetarios ya se han superado, dando lugar a un clima cada vez más inestable, suelos poco fértiles y contaminación del agua y el aire, lo que pone en riesgo la habitabilidad del planeta Tierra. Pensemos, por ejemplo, en el cambio climático y las crecientes concentraciones de CO2 en la atmósfera que recoge nuestro gráfico. Aunque se estima que el nivel seguro está en 350 ppm[6], esa cifra se superó en 1986[7] y, en la actualidad, las concentraciones atmosféricas de CO2 han alcanzado sus niveles más altos en más de 14 millones de años.[8]
Pese a lo deprimente que resulta este dato, el ejemplo de la capa de ozono nos ofrece un rayo de esperanza. Si repasamos las noticias publicadas cuando se celebró la cumbre de Montreal, queda claro que la protección de la capa de ozono fue un tema muy controvertido en aquel momento. Hicieron falta años de activismo de la sociedad civil y toneladas de evidencia científica para que los gobiernos actuasen.[9] Los acontecimientos recientes nos llevan a pensar que, al menos en las sociedades occidentales, es posible que estemos alcanzando un punto de inflexión similar referente al cambio climático. Sirva como ejemplo el histórico resultado del partido ecologista en las recientes elecciones generales de Australia.[10] O que, como hemos visto en Davos, parece que, en cada edición del foro, las empresas demandan de forma cada vez más insistente que los gobiernos hagan más para combatir el cambio climático.[11]