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- Una cartera diversificada compuesta de varias clases de activos, como acciones, bonos y materias primas, reduce el riesgo.
- Los fondos multiactivos ofrecen este modelo con un enfoque todo en uno.
- Existe un fondo adecuado para cada perfil de inversor.
para leer
Antiguamente, los ciudadanos romanos no sólo tenían un nombre largo y complejo, sino que también estaban muy adelantado a su tiempo. En concreto, Lucius Vibullius Hipparchus Tiberius Claudius Atticus Herodes era un romano que vivió hace unos 1.900 años. Su riqueza era equivalente a unos 50 millones de euros actuales y se debía a sus propiedades, a las canteras de piedra y, entre otras cosas, al aceite de oliva. Es decir, en esa época Atticus Herodes ya optó por invertir de forma diversificada y, al hacerlo, se convirtió en uno de los primeros defensores de los multiactivos.
Hoy en día, este método está respaldado por numerosos estudios académicos. En la década de los cincuenta, el ganador del premio Nobel Harry Markowitz calculó, probó y demostró que una combinación inteligente de las diferentes clases de activos, como acciones, bonos y materias primas, daba como resultado una mayor rentabilidad con un menor riesgo en comparación con las carteras posicionadas en una sola clase de activos. Actualmente esta es la base fundamental de lo que se conoce como la moderna estrategia de multiactivos.
Bajo este escenario, otro ejemplo claro es el caso de David Swensen. Desde mediados de los años ochenta, este experto en inversiones ha gestionado con éxito los activos de la fundación de la prestigiosa Universidad de Yale según este principio. Con el paso de los años, el fondo de la fundación ha alcanzado casi 30 mil millones de dólares en activos.[1] El motivo de este éxito es que Swensen se encarga de que la cartera de activos esté ampliamente diversificada. En concreto, incluye acciones, bonos y bienes inmobiliarios, pero también fondos de capital riesgo y hedge funds.
Riesgo bajo control
Sin embargo, el principio de multiactivos también es efectivo sin inversiones complejas como el capital riesgo. La razón es que existe una estrategia inteligente de inversión que aprovecha sus fortalezas de cada activo en las diferentes etapas del ciclo del mercado, logrando estabilizar la cartera. Previamente, la mezcla de acciones y bonos solía ser suficiente. No obstante, ahora entran en juego las materias primas como parte de la fórmula. Por ejemplo, en una recesión de los mercados de renta variable, los activos menos volátiles como el oro aumentan su demanda y como consecuencia, también incrementan su valor.
Por otro lado, la diversificación proporciona estabilidad. Por ejemplo, si observamos los resultados de una cartera compuesta únicamente por acciones internacionales vemos que registró una pérdida durante 39 trimestres entre 1985 y 2004. Sin embargo, si incluyésemos en esa misma cartera cinco clases de activos más, el número de trimestres negativos hubiera sido cero.[2]
Esta estrategia puede dar resultados positivos especialmente en etapas de mayor incertidumbre y nerviosismo en los mercados. Por ejemplo, en el actual conflicto comercial entre Estados Unidos y China se debe mantener el nivel de riesgo bajo control, teniendo siempre presente la importancia de obtener beneficios. No obstante, puede ser complicado si no se cuenta con un conocimiento especializado de cada una de las clases de activos.
Por último, los fondos multiactivos gestionados de forma activa están sujetos a riesgos de precios relacionados con el mercado, la industria y empresariales, pero además, no debemos olvidar que estos fondos están disponibles con diversos perfiles de riesgo y rentabilidad. Por esta razón, es obvio que actualmente la situación es más sencilla que la que vivió Lucius Vibullius Hipparchus Tiberius Claudius Atticus Herodes hace 1.900 años, ya que ahora se puede encontrar la solución más adecuada a cada perfil de inversor de una forma más precisa y efectiva.